Tal vez algún afortunado de Pantín haya podido rascar algo en las dos últimas semanas, pero la mayoría… Llevamos comiéndonos los mocos -y las uñas- desde prácticamente mediados de abril.
Normalmente no le dedicaríamos un artículo a un platazo de mar, un amigo que a veces se convierte en nuestro peor enemigo, ya que la naturaleza es imprevisible y nadie tiene control sobre ella. Cosas que pasan, ya se sabe. Sin embargo, nos asusta un poco que esta primavera pueda ser la antesala de un verano tan nefasto y atípico como el del año pasado.
Y es que, si bien durante los meses de julio y agosto siempre hemos padecido la penuria de contemplar un mar quieto como un lago, dicha calma solía durar unos pocos días, a lo sumo una semana. Mientras que el maldito, ‘malditísimo’, verano de 2021…
¡Suponemos que muchos ya lo habréis olvidado como método de autodefensa antidepresiva! …Casi un mes y pico sin poder entrar al agua no es para menos.
Y ahora… ¿Qué narices es ésto? ¡En plena primavera! Una época en la que deberíamos tener los hombros cargados a causa de un ‘non-stop swell’ que, sin ser tan agro como los de invierno, sí nos estuviera dando esa vidilla que es reforzada por los días largos, el agua algo más calentita y la ausencia de todos los figurantes veraniegos.
¿Y si esta nueva dinámica formase parte de un nuevo ciclo planetario? ¡¿Y si el cantábrico comienza a tener 100 días de olas al año en lugar de 300?! …Joder, tal vez estábamos tan mal acostumbrados que no le concedíamos valor a nuestra continuidad.
Sea como sea…. Estamos jodidos si la cosa sigue tal cual ya que, ¿quién puede quitarle el caramelo a un niño, sin que éste llore, cuando ya lo ha probao?
Por ahora, que no cunda el pánico. Parece que viene un swell con intención de quedarse ☺
No obstante, no estaría mal ir mirando si existe algún viejo rito pagano de olas, como el de la lluvia o el de las buenas cosechas. Y si hay que hacer algún sacrificio…. Nosotros estamos dispuestos a abandonar los escarpines o a dejar la cerveza.