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Oro, lodo y barrels

Hace apenas dos meses sentarse en un parque o quedar para tomar una birra venían a ser lo que una piedra o un grano de arena: nada reseñable. Ahora resultan ser hechos tan valiosos como una pepitilla de oro cotidiana. ¿Por qué?
oro lodo y barrels

El valor del oro o los diamantes radica en su escasez.

Ambos son fruto del más caprichoso azar que, con paciencia, esculpe de forma singular un trozo de mineral.

Ese ‘trozo’, podría acabar siendo un pedazo de roca ‘sin más’ o incluso un granito de arena. Pero no, bajo unas circunstancias concretas de clima, altitud y humedad… Pasa de ser una sustancia inapreciable y mundana a convertirse en algo por lo que los hombres matan.

Las cosas pequeñas pueden ser, a su vez, enormes.

Lo mismo ocurre con las olas y, más aún, con los tubos.

No hay tubos siempre que a uno le viene en gana. Es cierto que ahora con el rollo de las piscinas la cosa está cambiando. Pero hablamos de tubos reales; de joyas, no de bisutería barata.

El oro es más valioso que el barro y la piedra. Pero todos deben su propia esencia a la misma lluvia y no habría oro sin lluvia ni montañas ni lodo en el fondo del río.

Para quienes surfeamos, un día de buenas olas es el mayor de los premios. En todo caso era un premio muy superior al hecho de poder pasear por el parque, por ejemplo, ya que las olas buenas escasean mientras que el parque permanece ahí siempre, inmutable. ¡Obvio! ¿Verdad?

Pero, ¿de qué sirven las buenas olas y los tubos si ni siquiera puedes salir de casa? Es más, incluso pueden resultarme menos apetecibles que un mar chopi o plato cuando sólo puedes resignarte a contemplarlos sin la posibilidad de disfrutar de ellos. Curioso…

Hace apenas dos meses sentarse en un parque o quedar para tomar una birra venían a ser lo que una piedra o un grano de arena: nada reseñable.  Ahora resultan ser hechos tan valiosos como una pepitilla de oro cotidiana. ¿Por qué? Porque ya no podemos obtenerlo por más que aspiremos a ello.

No obstante, su imposibilidad no depende de un capricho natural que requiere siglo sino, a priori, a unas pocas semanas.

En este tiempo todos estamos que nos subimos por las paredes por entrar al agua y recobrar nuestra normalidad, pero parece que no terminamos de asimilar que incluso la más insignificantes de las cosas –que puede proporcionarnos el mayor de los lujos- es el resultado de un equilibrio tan frágil como ese tubo esporádico o el propio devenir de un latido.

Efectivamente, deberíamos visualizar nuestro próximo ‘barrel’ con el fin de mantenernos motivados e ilusionados. Pero también deberíamos contemplar como un caprichoso fondo o un punto de marea fugaz la vida que antes teníamos. Y deberíamos hacerlo de forma honesta y humilde, al margen de slogans o clichés oportunistas que tratan de arañar votos o followers. Deberíamos reflexionar con el único cometido de reparar en que todo es frágil, que todo responde a un equilibrio y a un orden natural del que nosotros formamos parte como tantas otras cosas, de ahí que debamos situarnos dentro de él y no por encima de él. Dicho de otro modo: debemos velar por él en lugar de sacar partido de él.

Y es que, como decíamos, no habría oro sin lodo, del mismo modo que no te podrás hacer un barrel si no puedes cruzar tu puerta de casa.

Todo diferente. Todo relativo… Pero todo formando parte de una misma realidad que nos mantiene vivos.

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