Y es que supuestamente el objeto de todo patrocinio, al menos en teoría, no es más que una marca se nutra de la imagen de un ‘rider’ mientras que éste, además del pertinente beneficio, puede llegar a adquirir o elevar su caché y su repercusión gracias a ella.
Teniendo clara esta premisa, resulta evidente que para todo surfista es un lujo poder contar con el apoyo de las grandes marcas ‘de siempre’, que además de suponer un trampolín en lo referente a la presencia en medios y en competición, asegura un buen pedigrí a cualquier portador de un ‘sticker’ tan ansiado.
Dicho de otro modo, todo el mundo dará por hecho la calidad de tu surf si formas parte de ciertos equipos. Incuestionable.
Al margen de esto, hay otras marcas de ‘segunda línea de frente’ que, sin ser necesariamente tan míticas o ‘mainstream’, sí resultan incluso más ‘cool’ que las primeras a criterio unánime. Por este motivo, una inmensidad de surfistas ansía ser asociados a ellas (a veces a cualquier costa) pese a que pocos lo consigan (en la exclusividad está la clave), siendo ésta la pescadilla que se muerde la cola y la razón por la que dichas marcas logran sacarle partido a su situación. Hecho que contribuye a prolongar y asentar aún más dicha imagen y dicha demanda de pegatinas.
Dicho de otro modo, si formas parte de determinada ‘family’ molas. Y también mola la ‘family’ porque estás tú y gente como tú.
Y así se produce nace la cuestión de primer capítulo, que atañe a lo que uno está dispuesto a aceptar con tal de portar una pegatina que lo ‘eleva’ a una categoría superior. Sin embargo, ¿tiene validez esa supuesta categoría si una parte lo pone todo y la otra apenas aporta nada? Es más, ¿tiene alguna justificación –a nivel personal o moral- sentirse ‘más’ por portar dicha pegata?
Trascendentalismos aparte, pues todos podemos llegar a ser partícipes de la ilusión que hace formar parte de un ‘Dream Team’, aparece ahora un tercer grupo de ‘mini marcas’ que distan muchos de los dos grupos anteriores.
Y es que actualmente proliferan las pequeñas iniciativas que a veces resultan honestas y otras veces (muchas) parecen una broma de mal gusto.
Nos referimos a un sinfín de ‘pseudomarcas’ que se autoproclaman de surf pese a resultar evidente que ni saben, ni innovan, ni invierten… Y lo único que hacen es nutrirse de la imagen de nuestro deporte de forma vergonzante, a través de clichés baratos y una línea comunicativa de ‘usar y tirar’.
Pues bien, incluso estos sucedáneos de ‘marca surfera’ tienen su particular nicho de mercado de ‘riders’ dispuestos a lucir ‘sticker’ de forma que en sus perfiles aparecen individuos que caminan mucho y surfean poco, jactándose, eso sí, de sujetar tablas con emplazamientos pegatineros dignos de cualquier CT.
Llegados a este punto nos preguntamos, ¿qué conduce a un surfista a portar orgullosamente el ‘sticker’ -‘por la cara’- de una marca así? ¿El desconocimiento? ¿La falta de cultura surf? ¿Las ganas de reforzar el ego a toda costa? O, tal vez, simplemente, la buena fe o la inocencia. ¡Quién sabe!
Es más, ¿habrá llegado a plantearse ese hipotético surfista que la representación de sponsor puede, al igual que sumar, restar? ¿Estáis de acuerdo? ¡Vuestras opiniones son del todo bienvenidas!
Resulta curioso que sí haya quienes estén dispuestos a aceptar todo eso de una marca más o menos bochornosa, pero no de ‘frutas Loli’, aunque Loli les diese un kilo de naranjas todas las mañanas y les pagase la inscripción de algún campeonato. ¿Por qué?
En fin, tan jodido como resulta conseguir un sponsor es entender por qué ‘a veces sí’ y ‘a veces no’.
Pero bueno, para tan-elevado-cometido, tenemos el tercer capítulo. ¡Stay tuned! 😉