Capítulo 1: contenido y cultura surf
Ese nuevo enfoque es una especie de testigo cuya transmisión viene, en gran medida, condicionada por los que ya nos somos adolescentes. Por eso, a través de varios capítulos (¡ojo, lectura larga!) queremos someter a reflexión un asunto tan importante: qué modelo de surf estamos legando a los surfistas del mañana y de qué modo conciben ellos un deporte en continua evolución.
Comenzamos analizando el tipo de contenido que consumimos y producimos actualmente, un aspecto determinante dado que contribuye a dar forma a la cultura surf.
Si bien en décadas anteriores las películas de Taylor Steele, Jack McCoy, Bruce Brown, Kai Neville o ‘The Search’ contribuyeron a cimentar una idiosincrasia propia, basada en la búsqueda, la aventura, el descaro o incluso marcando la tendencia de una nueva generación ‘cool’, la aparición de las Redes Sociales y su posterior ‘monopolio’ precipitó hasta un punto entonces impensable la forma en que el espectador demandaría contenido sistemática y constantemente, a costa de sacrificar cualquier vestigio de discurso y de forma.
Hace años la revista ‘Transworld Surf’ (D.E.P) vaticinó en una portada que esa nueva e inminente forma de producir y generar contenido supondría el fin de las películas y los reportajes de surf.
Muchos nos escandalizamos al leer aquel titular ‘The Death of the Surf Film’ ya que considerábamos inviable la perpetuación de una cultura surf carente de artículos, textos bien elaborados, argumentos bien narrados y, en definitiva, sin todas las herramientas capaces de transmitir caracteres y visiones genuinas de un deporte que, precisamente, se jactaba de ser genuino y original.
Sin embargo, el tiempo le dio la razón a aquel editor y la manera en que comenzamos a devorar contenido acabó anteponiendo el ‘YA’ frente a cualquier otro factor capaz de retrasar su consumo, aunque éste le otorgase una mayor elaboración al producto.
Cabe destacar que esto ocurre no sólo en lo concerniente al contenido surf sino en cualquier aspecto de nuestras visas. Ya no queremos esperar por nada. Nada logra captar nuestro interés si a los 5 segundos no hemos flipado. Definitivamente, la espera ya no forma parte de nuestro mundo.
Cuando ubicamos este contexto en lo relativo a la creación de contenido de surf, forzosamente surge una disyuntiva entre el antes y el después de la aparición de Instagram y Tik Tok (esto no va de añorar los buenos tiempo y decir que ahora todo es una mierda. Por favor, no os lo toméis de ese modo). Y es que, si antaño surfistas como Machado, los Malloy, Bruce Irons, Christian Fletcher u Ozzie Wright tenían carisma era precisamente en base al tipo de contenido que generaban. Un contenido que respondía a un perfil propio, trabajado a nivel visual, musical y editorial con el fin de empatizar con un nicho de mercado concreto. Hablamos de un target al que naturalmente los sponsors, al igual que hoy, se querían meter en el bolsillo, pero que sin embargo lo hacían a través de la comunicación de una idea o un estilo que aparentemente era afín tanto al rider como a la propia marca, lo cual le otorgaba al conjunto una mayor honestidad y, por tanto, veracidad.
Al menos ellos parecían creérselo. De ahí que, por ejemplo, no habría venido a cuento ver a Rasta o a Donavon en un vídeo de …Lost, en medio de tanto macarra.
Este hecho se traduce en que las propias marcas van perdiendo parte de esa identidad inicial al fomentar únicamente contenido ‘random’ pero constante, a modo de ‘fast food’ en Tik Tok o ‘Stories’, sin reparar en la esencia del mismo cuando es precisamente ésta la única capaz de conferir identidad a su discurso corporativo. Por eso, una vez más, hubiese sonado a chiste ver a los Malloy en su rancho, vestidos de Patagonia, bebiendo Red Bull. Mientras que hoy a nadie le choca si es Italo, Kanoa, Colapinto o Jordy el que lo hace. Porque el anuncio de turno consiste en enseñar un primer plano de una lata hecho con el móvil, sin más historia. Y el parámetro del anunciante ya no se basa en un rasgo diferenciador de la personalidad del ‘héroe’ (de hecho, las personalidades ya no rompen un estándar sino que tienden a ajustarse precisamente a él) pasando a importar -casi exclusivamente- otro rasgo temporal como el quién se ha hecho el aéreo más alto del evento o ha cogido la ola más grande del último mes. Y el siguiente mes, si lo hace otro… Pues se cambia de modelo y pista.
Y es que hoy, aquel refinamiento pausado del que hablábamos parece haber sucumbido ante la vorágine de lo inmediato que, forzosamente, ha de recurrir a lo explícito del ‘copia-pega’ para poder llegar a tiempo y satisfacer las necesidades de la audiencia sin demora.
Y ese alto grado de inmediatez, potenciado en última instancia por todos nosotros, como espectadores, pasa factura a surfistas (¿quién está dispuesto a conservar oculto un buen clip durante meses?), a editores (¿quién quiere pulir un texto durante semanas para que sea publicado dentro de dos meses?) e incluso fotógrafos y filmers (¿cómo no recurrir a los filtros y los temas de turno si es lo que se lleva, triunfa y se impone?).
En definitiva, aunque resulte sencillo criticar la caída en picado de la originalidad (y sobre todo personalidad) en la mayoría del contenido actual, hemos de ser razonables y preguntarnos hasta qué punto volveríamos a estar dispuestos a aumentar el plazo de espera en caso de que el plato a servir resulte más elaborado y suculento.
No podemos obviar el hecho de que somos nosotros mismos quienes implementamos esa semilla en las nuevas generaciones al venderles como imagen de éxito una fórmula así, que si no es seguida al pie de la letra te excluye del competitivo mundo de los medios y los sponsors: o generas en masa o te vas.
De ahí que, en última instancia, se acabe prescindiendo de profesionales (uso las imágenes que me graba mi padre o mi entrenador), de herramientas (clip al móvil, filtro de turno y pista) y, finalmente, de una idea propia, que rompa con el resto, como hilo conductor.
¿Conclusión? Ya nada se hace para que sea trascendente puesto que ya nada tiene apenas vigencia.
Lo peor de todo esto no es la poca vigencia o la falta de esencia, sino que la mayor perjudicada acabará siendo la cultura surf en sí misma, que si bien fue forjada a base de aventura, experimentación y descubrimiento, de seguir así, probablemente acabe perdiendo ese rumbo que una vez la impulsó a ampliar sus propias fronteras.
Un comentario
Buenísimo sumale a todo eso las escuelas de surf .. expandiendo su mercado, explotando todos los recursos .. eliminando toda la esencia de surf que queda .. Gracias saludos ..