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Pros y contras del surf de competición

Estos días ha tenido lugar en la ‘Central Coast’ australiana un ‘QS 3000 (¡enhorabuena Kalani Ball y Macy Callahan!) que le ha venido de lujo a quienes sufren de insomnio o, directamente, a todos aquellos que somos unos auténticos ‘freaks’ incapaces de perdernos un ‘streaming’ de la WSL.
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Bien, pues además de quedar claro que el nivel de las nuevas australianas está por las nubes, hemos extraído otra conclusión que pone en tela de juicio las ventajas y los inconvenientes del surf de competición, dado que éste está irremediablemente marcado por un criterio unánime de puntuación.

Por un lado, la ventaja principal de cualquier competición es elevar el nivel medio de los surfistas. Este hecho está más que demostrado ya que el nivel de los chavales no para de subir y cada vez son más los surfistas jóvenes que destacan a nivel mundial. Recordemos el esclarecedor ejemplo de Barron Mamiya, jovencísimo ‘wildcard’ en Pipe que, sin formar parte del ‘Tour’, llegó al ‘contest’ de Supertubos siendo número 1 mundial.

La otra cara de la moneda es que dicho parámetro (un criterio de puntuación unánime por parte de los jueces y los estándares de la WSL) probablemente acabe limitando la expresividad personal de cada surfista. 

¿Qué queremos decir con ello? Sencillamente que un surf sometido en todo momento a una misma forma de puntuar acabará por unificar lecturas de ola y, con ello, la disparidad estilos.

Hoy en día es fácil saber qué se puntúa con un 5 o qué hay que hacer para sacar un 8.50. A ello se suma el crucial trabajo de los entrenadores, cuya opinión experta acaba sembrando en sus pupilos el conocimiento necesario para obtener la nota que se precisa en cada momento, algo supeditado la táctica y la estrategia competitiva.

Dicho de otro modo, si un surfista necesita sacar un 4.30, éste acabará haciendo un tímido ‘snap’ seguido de un ‘floater’ como cierre. Y así, manga tras manga vemos lo mismo y, surfista tras surfista, todos nos acaban resultando muy similares.

Hace tiempo Sunny García afirmó que el surf moderno estaba acabando con el estilo. El astro hawaiano no se refería al buen o mal estilo (eso es tema aparte. Algo demasiado subjetivo), sino a una visión aún más primaria: el hecho de que cada uno surfee con una esencia propia. Es decir, que el surf entrañe una expresión personal.

Antes bastaba un simple vistazo para reconocer de lejos a Occy, Luke Egan, Taylor Knox, Neco Padaratz o Machado. ¿Ocurre lo mismo hoy en día?

Tratemos de dejar de lado el nivel actual, claramente muy superior a los estándares técnicos que veíamos en los 90’s. Centrémonos únicamente en el aspecto mecánico y robótico que vemos en cada manga del ‘QS, una forma que se viene implementando en la competición de máximo nivel y que se traduce en la homogeneidad de los competidores, a quienes cuesta reconocer cada vez más, salvo las grandes excepciones que todos conocemos (Medina, Toledo, Italo, JJF, Ewing…).

Como buenos ’WSL freaks’ que somos, disfrutamos increíblemente con el nivel de los competidores en cada campeonato e incluso nos atrevemos a jugar a ser jueces, a veces con éxito, en los grupos de Whatssapp con nuestros colegas. Ahora bien, por muy ‘friquis’ que seamos, cada vez nos cuesta más diferenciar unos de otros y ese no es un hecho que merezca ser bien puntuado pues, si aniquilamos el aspecto genuino y original del surf, ¿qué nos queda? ¿Un simple número?

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Somos gente sin criterio y con un nivel de surfing más que cuestionable, pero Maldini también habla de fútbol. Si tienes algún problema escupe aquí abajo.

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