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¿Por qué surfeamos?

El del surf es un amor complejo, visceral y, a menudo, ingrato.
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La mayoría de nuestros baños no resultan ser como los habríamos idealizado antes de entrar al agua. ¿Cuántas veces, tras una sesión cualquiera, nosotros o nuestros amigos nos conformamos con la sensación que ésta nos ha dejado diciendo ‘al menos hemos hecho algo de deporte’ o ‘…Mejor que estar tiraos en el sofá’? 

En definitiva, y en contraste con la realidad que verdaderamente experimentamos, la mayoría de las veces acabamos viviendo de recuerdos o sensaciones que evocamos al rescatar momentos puntuales y remotos que sí nos han marcado: aquel tubito, aquel bajadón que nos pareció XXL, aquella sesión con un par de colegas en mitad de la nada… 

Lo cierto es que, a pesar de permanecer enganchados al surf, éste no acostumbra a portarse demasiado bien de forma constante y regular. Es más, nos atreveríamos a decir que nos proporciona tales momentos mágicos a cuenta gotas.

Pero, yendo más allá, ¿cuál es la clave de la esencia que subyace tras dichos momentos mágicos? Es más, ¿es posible definir lo que perseguimos del surf cuando entramos al agua? 

Está claro que un competidor entra para ganar. Y, a pesar de que sus olas hayan sido mediocres o fallidas, saldrá satisfecho si eso le ha servido para vencer a su rival. No obstante, y paradójicamente, esas mismas olas seguro que le habrían frustrado en un baño libre, el cual permaneciese ajeno al propósito de vencer en manga. 

Por otra parte, y pese a haber podido llegar a hacer tubos, aéreos o disfrutar de sesiones en spots remotos en otras ocasiones, a veces nos basta tan sólo con la indescriptible sensación que nos produce cualquier otra cosa. Pero, ¿qué cosa es esa tan variable y tan abstracta? 

A unos les bastará con desconectar del estrés cotidiano simplemente sumergiendo la cabeza en el mar; otros querrán sentirse reconfortados al progresar en una actividad deportiva a cierto nivel, mientras que a otros les sirva el mero hecho de desentumecer sus músculos. En fin, que si el objetivo último parece ser la superación o el bienestar personal a través de lo físico o lo espiritual, cómo lo dificultan el viento, la marea, la dirección de mar, la inestabilidad de los fondos, ese pequeño dolor en las lumbares, el número de gente, esa tabla que no acaba de ir del todo bien y, en definitiva, un interminable cúmulo de caprichos que hacen de este amor algo tan intricando y jodidamente difícil, que consecuentemente nos acaba autodefiniendo y marcando de por vida.

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