Termina 2021, otro año raro, difícil, atípico…

Un año envuelto en cenizas e incertidumbre, al que muchos no guardarán cariño alguno. Un año que ha traído consigo el mayor platazo veraniego que se recuerda y un otoño con swells cruzados, mucha lluvia y sesiones épicas… Más bien contadas a cuentagotas.

Pero nosotros no queremos cerrar el año de manera triste y gris. Por el contrario, preferimos verlo como un aprendizaje que nos ha hecho valorar, aún más, lo afortunados que somos cada día que podemos disfrutar de unas olas con salud y amigos.

No queremos permitir que la pesadumbre y el miedo empañen un solo ápice de todo lo que hemos vivido puesto que cada uno de nosotros no es más que una consecuencia directa de sus miedos y sus inseguridades. Pero también lo es de cada experiencia vivida y sus decisiones pasadas. Por eso tú, que has hecho click en Margruesa, no estarías leyendo estas líneas si no sintieses el mismo amor por las olas que sentimos nosotros, que las escribimos.

Queremos afrontar 022 con la esperanza de poder olvidar la mascarilla y de que el cielo canario sea, de nuevo, azul.

Queremos soñar con asomarnos a la playa y divisar unas líneas bonitas y ordenadas. Y mantener la ilusión de venir a la oficina para entrevistar a más gente interesante y compartir contigo todo aquello que nos ronde por la cabeza y por el alma.

¿Qué más da si el viento salta a los diez minutos de haber entrado, o si el baño resulta ser una auténtica porquería? ¡Cada ola es valiosa y cuenta! Así como lo es cada instante en el que tu única preocupación es trazar buen bottom. Eso es pura magia, por eso no deberías dejar que un puto virus, un cielo grisáceo o la entrega de un informe a final de semana nublen lo realmente importante.

Cuando estés tomando las uvas, atento a cada campanada porque cada una supone un pequeño paso esencial dentro de una costumbre, recuerda que ellas son únicas a su manera, como cada día, cada ola y cada latido.

Feliz 2022.