Como una vaca que agoniza, pero a la que exprimen hasta la última gota, así se encuentra la escena del surf. Después de ver a viejas glorias del surf decir que todavía hay olas sin descubrir, que no nos podemos quejar tanto. Después de ver vídeos de Mundaka con más de cien personas un lunes. Después de ver a los locales echarse las manos a la cabeza. Aparece una magnífica obra de marketing (otra más) de una marca que nada tiene que ver con el surf donde los locales se dedican a vender y mancillar aquello que consideran su joya. Marcas que encima patrocinan a 3 influencers de pacotilla.
Para aliñar e intentar confluir a la cultura del consumismo con la cultura del surf, la tradición de olas como Mundaka, se ven completamente manchada por aquellos que en el agua se vanaglorian de su defensa. Una infamia más.
A todo esto, le suman una serie de personajillos, gente que intenta rascar las miserias, vivir de lo que denominan “su pasión”, la cual venden sin ningún tipo de escrúpulos. En pos todo ello, de seguir en la ola, una ola a la cual no le queda fuerza y cuyo fondo empieza a desaparecer. Todavía quedan locales decentes, de eso no tengo ninguna duda, pero cada vez son menos. Ahora todo confluye en torno a sacar un rédito económico a cualquier cosa. Da igual que tengas 5 seguidores o 27mil, el objetivo es creerte algo que no eres. Vender una imagen que nada tiene que ver con la realidad. Vanagloriarte de nimiedades, ser el máximo exponente de una imagen.
Es difícil no ver la mentira en la que vivimos actualmente. La poca coherencia que vemos en los personajes públicos, el poco escrúpulo de decir una cosa y hacer la contraria parece la norma. Es difícil encontrar la coherencia y la razón a día de hoy. Cómo puedes ir de defensor de tu ola, pero a la que te ponen unos billetes míseros, un poco de propaganda para niñatos, te vienes arriba y dejas todo aquello que defiendes a un lado. Ponerte de charleta para salir bien parado, como si luego en el agua te comportases de la misma manera. La siguiente será ver a aquellos que te amenazan de manera física, hacerse blogueros como Jaime O’Brien. Venderse al primero que pase, embolsarse unos billetitos y salir diciendo que el surf es mi pasión y mi vida.
Otra infamia más.