Dado que habéis sido muchos los que lo habéis hecho (a todos, ¡gracias!), nos hemos animado a escribir un artículo acerca de lo simbólico que resulta que una marca como Primark se suba al carro del surf de este modo.
Tal vez, llegados a este punto surja un nuevo debate en torno a si tiene sentido seguir viendo el surf bajo una mirada romántica y ciertamente trascendental en los tiempos que corren. E incluso si los responsables y las marcas de nuestra industria-mundillo han hecho, o hacen algo, por evitar que cosas como estas sucedan.
La cosa da para mucho y prometemos escribir también acerca de estos temas. No obstante, en este caso, toca hablar sobre el famoso neopreno en cuestión.
El hecho en sí no va más allá: una marca sin otra identidad que ‘lo barato’ lanza oportunistamente otro producto barato. Fin. Sin embargo, si lo analizamos desde un punto de vista simbólico, el debate alcanza otro matiz mucho más profundo.
Y es un debate profundo y amplio porque deja entrever una crisis ideológica no solo aplicable al surf sino, por supuesto, al mundo moderno en general.
El devenir de estos últimos años ha traído consigo la triste moraleja de que todo vale, de que esto no es más que un teatro en el que sálvese quien pueda, a toda costa, sin tener en cuenta prácticamente nada ni nadie.
Hemos ido transformando el mundo en una pequeña gran colonia de vampiros en el que nos lanzamos como locos a sorber cualquier mejunje que capaz de seducirnos con un buen aroma, en un momento dado, sin profundizar, sin ir más allá del mero envoltorio y, una vez se nos presenta otro más brillante, pasamos al siguiente.
Pues bien, de esta forma, marcas que ni ahondan ni se molestan en ahondar, marcas que ni apoyan ni lo harán, pero que infringen el irreparable daño del cliché, acaban sorbiendo el néctar vital de entes que venían sobreviviendo como podrían, cojeando pero aguantando, como por ejemplo el surf. Y de ahí que, irremediablemente, sus propuestas sean vanas, frívolas, esperpénticas… Cómicas para los que saben pero atractivas para el ignorante que sólo acierta a ver el brillo del envase. Son, en definitiva, marcas ajenas a todo pero que no le hacen ascos a nada, que sorben y sorben hasta retirar todo el jugo antes de pasar a la siguiente víctima (ya sea surf, montaña, ciclismo, literatura o Punk). Marcas minúsculas en identidad pero absolutamente mayúsculas en cuanto a cifras.
Pero en el caso que nos ocupa, el del dichoso neopreno de las narices, la cosa no queda ahí ya que se trata de una propuesta técnica. Es decir, algo específico del acto del deporte en sí (su actividad intrínseca: entrar al agua) y que por tanto trasciende a su teatralidad (la vestimenta, los complementos e incluso el ‘atrezzo’ que supone determinado automóvil).
Y es aquí cuando todo cobra un carácter aún más dramático ya que dicha propuesta no ofrece nada nuevo, ningún aspecto mínimamente técnico, innovador, pasable o, directamente, digno.
Es más, ni siquiera se molestan en contar con deportistas que sepan hacer o representen en cierto modo el deporte que ellos mismos explotan. Eso sí, los clichés siempre presentes, bien a la vista a través de maniquíes que se enfundan un traje para el agua, pero en seco.
Tal vez nosotros, como comunidad, como audiencia y como consumidores, tenemos parte de culpa al no haber sabido decir ‘no, por aquí no paso. Da igual que cueste menos de 50 pavos, ¡como si me lo regalan!’. Si toda una comunidad hubiese respondido eso mismo, al unísono, alguna vez en los últimos tiempos, quizás los chupópteros oportunistas habrían salido escopetados, o los precios del gasoil no serían los que son, o incluso no habría trabajos indignos. Vete tú a saber…
El problema es que hace tiempo que todo vale y el del banco te regala sartenes y el de la óptica te obsequia con una longaniza su segundo par de gafas. ¡¿Cómo no iba a sumarse Primark al carro sin ruedas y sin rumbo del todo vale, cuando son precisamente marcas como ella las que han ido propiciando el terreno?!
El utópico ‘NO’ como respuesta ni es factible ni es firme pues si tú no te rebajas, alguien vendrá y lo hará por ti, con lo cual el problema se perpetúa. Queda claro, además, que este vampirismo no es un tumor propio -o a extirpar- en el mundo del surf sino en el mundo en general, donde el surf no es más que una pequeña ramificación en la que se manifiestan los males globales. Triste pero cierto.
Tal vez tú y yo tengamos parte de culpa pero, ¿qué le vamos a hacer si el mundo es imparable y despiadado? ¿Acaso podemos hacer algo? Es más, ¿disponemos de alguna herramienta para que esto cambie? …Tal vez, para empezar, ir al viejo zapatero la próxima vez que necesitemos zapatos.
5 comentarios
Pues le estais haciendo una publicidad cojonuda 🤷, por ejemplo ya quiero un neopreno para mi mujer, que lo va a usar 2 días en verano y no me.quiero dejar una pasta, lo siento pero es así, para mí que me meto al agua en cualquier condición por supuesto que no , pero cada producto tiene su cliente , elegiré entre Decathlon, Primark…
Vaya respuesta de puto Kook tío…
Jooo tíoooo!!! No me digas eso!!!! Yo quiero ser tan cool como tú, super cool!!!
Y alquilar?
Los habéis probado? No me queda claro… “ ningún aspecto mínimamente técnico, innovador, pasable o, directamente, digno.” En novedad, queréis decir? O que simplemente es una basura. Porque a nadie le amarga un dulce y por ejemplo para aguas tropicales pues me arriesgaría. Gracias desde Perú.