Ilustración de Guillem Roig Serra
Está claro que siempre ha habido y siempre habrá antigüedades y jerarquías dentro del agua, pero resultaría absurdo ejercer el papel de local agresivo en un spot ya brutalmente masificado
A grandes rasgos, podríamos diferenciar dos maneras de entender el surf y vivir los baños de cada día: el surf urbano y otro tipo de surf más rural.
Por un lado tenemos zonas como A Coruña, Cádiz, Gijón, Las Palmas, Santander, Donosti o Barcelona, en las que la playa viene a ser una prolongación de la propia ciudad. Bien, asumiendo que el surf se ha convertido en una corriente absolutamente ‘mainstream’, parece que la postura más racional es sucumbir (sobre todo en verano) ante la crecida masiva de escuelas, principiantes, turistas y surfistas de diario. Es decir, cuando entras en un spot urbano por el que pasan cientos de personas al día, ¿quién es quién? ¿Dónde está la ‘Hot Zone’ local? ¡Sálvese quién pueda!
Está claro que siempre ha habido y siempre habrá antigüedades y jerarquías dentro del agua, pero resultaría absurdo ejercer el papel de local agresivo en un spotya brutalmente masificado. Más que nada porque ibas a terminar con más arrugas que ‘El Jocker’ si le tienes que poner mala cara a 500 personas cada día.
Por otro lado tendríamos otras zonas más aisladas de la costa. Zonas en las que probablemente los locales que rocen los 40 hayan surfeado solos durante toda su vida. Esta gente no está tan acostumbrada a las hordas forasteras, lo cual, a menudo, se refleja en su comportamiento. ¿Es gente más ruda? No lo creemos. Lo que opinamos es que la brusquedad del cambio que todos estamos viviendo en nuestras playas, se multiplica para alguien que ha surfeado en soledad la playa (o predrero) de su pueblo.
¿Qué pensarías si estuvieses en Salinas, Zarautz o La Zurriola y ves a un tipo entrando con su tabla por la arena? Probablemente nada. Es sólo otro más, como los 50 que tienes alrededor.
La cosa cambia cuando se trata de una zona inaccesible y remota a la que, hasta hace cuatro días, no iba ni Dios. Entonces, si tu fueses ese tío de 40 que lleva surfeando ahí solo desde los 15, probablemente te invadirían pensamientos como: ¿quién cojones es ese? ¿Cómo coño se habrá enterado de ésto? ¿Lo habrá contado por el puto Whatssap?… Y ya ni te cuento si ese tío viene con una cámara o una tabla plagada de pegatas. Entonces ese proteccionismo innato hace que cambie el gesto y parece que hasta cuesta saludar y poner buena cara, aunque fuera del agua seas un oso amoroso. Y es que ese secreto pende de un hilo y con él su tranquilidad.
¿Qué podríamos extraer de todo ésto?
Pues que la movida está cambiando y dudamos que vaya a mejor. Esto del ‘Boom del surf’ ya dura, ¿no?. Así que mejor asumir que cada vez seremos más y es sólo cuestión de adaptarse y respetar. O así debería ser.
…Y el de la ciudad, que se preocupe de salir a tiempo para renovar el ticket de la hora.
Y el del pueblo, que respete si le respetan y aprenda a decir ‘hola’ si de primeras no le dicen ‘voy’…