Es cierto, la playa es de todos, pero el espacio es limitado.
Somos conscientes de que quizás algunos de lo que leéis esto os ganéis el pan gracias a una escuela de surf, ya sea dando cursos o gestionando un surfcamp. A todos vosotros os resultará un atropello el hecho de tener que pagar más cánones, impuestos o permisos dado que la playa es un espacio público al servicio de todos. Del mismo modo, todos los que tenían previsto montar otro negocio de este tipo de cara al próximo verano y se encuentran ante la imposibilidad de poder abrir una nueva escuela en determinados municipios, estarán cagándose en todo. Después de todo su objetivo no es otro que buscarse la vida.
Lo dicho, entendemos vuestro descontento. Lo que ocurre es que también entendemos que el tema de las escuelas se estaba yendo de las manos y en muchos sitios sí era necesario que un estamento oficial ejerciese algún tipo de control.
Resulta inviable que en una misma playa impartan cursos diez escuelas diferentes. Es cierto, la playa es de todos, pero el espacio es limitado. Y ya no estamos hablando solamente de caos, estrés y más tablas que olas, sino de la propia seguridad de la peña, ya sean cursillistas, bañistas o surfers que se están dando un baño a su bola, sin más.
Se ha hablado de la posibilidad de cobrar un canon a las escuelas por cada tabla que pongan en el agua…¿qué sentido puede tener esto si no es un mero afán recaudatorio?
¿No deberían las administraciones preocuparse más por sancionar a las «escuelas» que trabajan al margen de la ley?…o quizás su función debería ir más encaminada a regular la convivencia entre escuelas y surfistas de a pie. Precisamente la opinión de este último sujeto, el surfer que se acerca para darse un baño «sin más», también debería tenerse en cuenta sin ser tachado de local intransigente a las primeras de cambio.
Volvemos a repetir una vez más, para que quede claro, que la playa es de todos. Pero no deja de ser una putada que te curres tus 8 horas de trabajo para poder acercarte a la playa a disfrutar de tu momento y te encuentres con un pico ultra saturado de lycras y corchopanes.
El tipo del que hablamos ahora, es alguien que aún ve la playa como un lugar de recreo en lugar de un campo de entrenamiento. Es más, él no emplea la playa ni las olas con ánimo de lucro que, en definitiva, es lo que hacen las escuelas: cobrar por ola. Entonces, ¿por qué este tipo debe resignarse a no poder gozar de un baño «sin más» en determinadas horas y lugares en los que la cantidad de gente aprendiendo lo hace inviable?
No escribimos esto con el fin de meter el dedo en la llaga sino para poner sobre la mesa un tema que nos afecta a todos y que conviene no convertir en un tabú.
¡Hablemos! ¡Pongámonos en la piel del otro! Reflexionemos y seamos consecuentes con el mejor uso que verdaderamente podemos hacer de nuestras playas, aunque no sea el más idóneo para el bolsillo.
Como decimos, es un asunto complicado porque están en juego factores tan importantes como el respeto, la experiencia y el pan.