Escribimos este artículo en respuesta a la cantidad de opiniones confrontadas de las que el australiano ha sido blanco y no sólo, como comentábamos, en la final de J-Bay, en la que muchos íbamos con Ethan por su tremendo ESTILAZO.
No. El tema que nos ocupa es muy diferente ya evidencia una caída vertiginosa de la popularidad del talento de West Oz. Pero, ¿por qué?
Bien, si analizamos fríamente su recorrido en el Tour, Jack entró en el CT gracias a una temporada coronada por una actuación estelar en Hawaii, donde afianzó su reputación a base de una lectura de tubo impecable y un power surfing digno de los más grandes. Hasta aquí, todo bien.
Al principio, su presencia en el Tour fue más bien desapercibida hasta que el año pasado venció en Mexico, en una final que muchos consideraron injustamente arrebatada al impecable backside de Deivid Silva. No obstante, como el australiano le molaba a todo Dios, era –efectivamente- un tipo a tener en cuenta y además combinó su ‘power’ con unos buenos aéreos (campo en el que ha mejorado exponencialmente), la polémica no fue más allá.
El problema ‘grave’ de Jack surge a mitad de este año, cuando muchas de sus puntuaciones parecen sospechosamente infladas en comparación con otras atribuidas en mangas sujetas a las mismas condiciones y combos de maniobras similares e incluso superiores. Y vence en el último segundo y de forma muy apretada a Medina (semis / G-land) y a Toledo, llevándose dicho campeonato.
Muchos se quedaron a cuadros no sólo ante las puntuaciones sino también ante la increíble suerte (por partida doble) del australiano, gracias a la cual, y a falta de apenas 8-10 segundos, le cayeron de la nada las mejores olas de sus respectivas mangas, cuando ya todo estaba decidido.
Pues bien, esta misma suerte fruto de la providencia divina, le ha vuelto a ocurrir recientemente, tanto en El Salvador como en Jeffrey’s. Así como lo del asunto de las puntuaciones sospechosamente generosas (en este preferimos no entrar).
Ok. Ahora comenzamos a explicarnos que Jack caiga mal…
Por un lado, la mayoría de nosotros somos losers de barrio sujetos a una rutina, unos problemas y un pago de facturas que no nos sonríen tanto como la vida y los jueces a Jack. Esto hace que nuestra aceptación ante la suerte desmesurada tenga sus límites y seamos capaces de pasar por alto una intervención de Dios, pero 4… ¡Joder, eso ya es mucho, Señor! ¡Reserve algo a mí y deje un poco de lado a ese chaval, coño!
Por otro lado, Robo ha comenzado a responder ante todo esto (no es cosa nuestra ya que muchos han comenzado a hacer de su nombre un meme) con un aumento exponencial de ‘claims’, miradas desafiantes y ‘post interviews’ tensas en las que el humor brilla por su ausencia.
Ante esta actitud, una vez más, los losers de barrio nos frotamos las manos ante cada patinazo del niño de oro, como si pensásemos ‘ala, jódete. Pifia como un mortal más’. Y claro, ya se sabe… El tema del odio y de la pereza ante alguien es algo delicado, como una bola de nieve que rueda pendiente abajo.
Finalmente llegamos al asunto capital. Algo que le jode a los losers, a los winners y a todos los atletas en general, ya que nadie había contado con el factor de la providencia divina.
Y es que Jack Robo ha demostrado que tener personal trainer, personal shaper y personal chef, ya no es suficiente en el Tour de 022. Ahora hay que tener chamán o Lama personal. Alguien con contactos en el cielo que logre enviarte la bomba del día a falta de 3 segundos una manga tras otra.
Es decir, un milagro casi místico que atañe a lo divino en lugar de lo judicial y que, por tanto, esté exento de ser tildado de robo.
Algo que, como todo gran golpe de altura, esté únicamente al alcance de los auténticos elegidos entre los que ni tú, ni yo, ni la inmensa mayoría de los mortales figura. Es decir, una mayoría que desayuna marrones y a la que le da por culo un exceso de suerte a la que no suele tener acceso.