Ante semejante perspectiva, lo primero que uno se plantea es el futuro a corto – medio plazo de la WSL: ¿hasta cuándo va a poder seguir resistiendo el vaivén de una pandemia tan difícil de controlar y preveer? ¿Lograrán tomar las medidas capaces de asegurar la viabilidad del Tour y la proclamación de un campeón a final de temporada?
Más allá de estas cuestiones, y puesto que sin competición no puede haber competidores, algunos comienzan a plantearse la viabilidad que conlleva tratar de ser surfista profesional hoy en día. Es decir, sin la solidez una gran liga que establezca las bases de un torneo -quién gana y quién pierde y, finalmente, quién es el número uno-, ¿cómo podría establecerse a partir de ahora la naturaleza de dicho surfista profesional?
Es cierto que hay ciertas marcas y surfistas que se han inclinado por el ‘Free Surf’ desde hace años. Sin embargo, la inmensa mayoría ha apostado por la competición, que es donde está la pasta, la audiencia, los trofeos y el prestigio.
Tratándose éste último del sector predominante, el que establece los parámetros de la profesionalidad y, por tanto, los cimientos de nuestra industria, ¿de qué manera ha de adaptarse a una nueva era que parece traer consigo más recortes y menos fiabilidad -ya no sólo en lo que concierne a la ayuda de los sponsors sino al propio desarrollo competitivo en sí mismo-?
Hablemos del deporte que hablemos, siempre ha sido dificilísimo llegar a ser ‘pro’ y la élite ha estado reducida a unos pocos elegidos. Si ya es complicado vivir del fútbol, ¡imaginaos del surf! Un deporte con mucha menos solvencia, menos mercado o un sector profesional infinitamente más reducido y, ahora, para colmo, con una Liga que se tambalea ante los ojos estupefactos de toda una industria que prácticamente giraba en torno a ella.
Y es precisamente en relación a esta última, la industria, donde nos hemos de centrar. ¿Cómo es posible que un deporte en franca expansión, con más adeptos año tras año y cada vez más popular, sea incapaz de traducir todo eso en la solidez de un futuro profesional por parte de los atletas ‘top’ de dicho deporte? ¡Es una incoherencia!
¿Acaso son los buenos surfistas los que menos le importan al surf? ¿Es la élite competitiva algo superfluo y prescindible en nuestro mundillo?
…Mientras ‘youtubers’ se hinchan a ‘clicks’ a base de explicar cómo llegar remando hasta el pico o no poner las quillas del revés, otros que se hacen aéreos de 2 metros o tubos con los ojos cerrados se encuentran ante un porvenir de lo más incierto. Y lo peor de todo es que no es una cuestión del ‘hoy’, sino del ‘mañana’. ¿Cómo se va a plantear, a partir de ahora, la viabilidad en la carrera de un hipotético surfista profesional? ¿Acabará siendo el ‘pro’ una criatura del pasado, como el tiranosaurio-rex?
Y no queremos parecer pesimistas ni desalentar a las nuevas generaciones, sino poner sobre la mesa un debate cada vez más ‘calentito’. Porque sí, tener un sponsor y lucir una pegatina mola mucho. Mola recibir un paquete con material gratis e incluso obtener cierta ayuda.
Pero aquí estamos hablando de algo aún más serio. Hablamos de poder llegar a establecer una vida y una familia exclusivamente con el apoyo de dichos sponsors y los frutos de una carrera como surfista, que debería ser a fin de cuentas un trabajo. Y, visto lo visto, ¿cuántos pueden jactarse de pertenecer a ese selecto club? Nos da que… Tristemente, demasiada poca gente.
… Malos tiempos para soñar. Mal momento para llegar a casa con el cuento de ‘mamá, quiero ser pro’.