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Localismo en piscinas

Hace unos días llegó a nuestros oídos una anécdota tan curiosa que nos ha dado bastante que pensar.
piscina

El caso es que unos conocidos nuestros se animaron a reservar una sesión en una piscina de olas y al llegar allí se toparon con un grupo de ‘locales’ que, tras mirarles de arriba abajo, les comenzaron a soltar las ‘típicas cosillas de hot locals’: nosotros somos de aquí y venimos mucho; ¿de dónde de sois vosotros? Es la primera vez que os vemos por aquí… Bla, bla, bla.

 

Esta situación, que a priori puede resultar ridícula, está totalmente normalizada en spots de toda la vida (spots de mar, naturalmente) en los que reina una jerarquía local plenamente establecida y ganada a pulso por la edad, la asiduidad al lugar y los años y años vinculados a dicho lugar. No obstante, ¿en qué medida este fenómeno tiene justificación o puede trasladarse también a una piscina de olas? Es más, ¿hasta qué punto resulta absurdo llegar si quiera a planteárselo?

 

Si bien podríamos establecer el propotipo de local como un lugareño que ha mantenido una relación estrecha con dicho spot a lo largo de toda su vida y que, en muchos casos, además de poseer un vínculo especial con el mar, ha llegado a determinar su propia existencia con el fin de poder surfear a diario en ese spot, ¿cómo podríamos determinar el local de un lugar que no deja de ser una especie de establecimiento público con acceso a través de una entrada o ticket?

 

Es cierto que en las piscinas de olas hay precisamente eso, olas. No obstante, esas olas son impulsadas por una máquina y vendidas de antemano a una tarifa determinada, sujeta a horarios y cupos de asistencia. Por tanto, la naturaleza de las olas de una piscina, su frecuencia y cantidad, nada tiene que ver con las del mar, supeditadas al capricho de la propia naturaleza. En ello radica su valor.

 

Retomando el asunto de los locales piscineros… ¿Qué determinaría su estatus? ¿Un descuento quincenal? ¿Un bono anual? ¿Una paga extra en navidad que permita darse más caprichos (baños) que la de otro que las pasa canutas para llegar a fin de mes?

Yendo más allá, ¿cómo sería el ambiente en el parking de una piscina con ‘agro localismo’? ¿Sustituirían las pulseritas verdes a los rostros ajados por el mar? ¿Serían estos ‘Hot Locals’ amables y benevolentes con papás de familia portadores de flotadores y manguitos, volviéndose rudos y felinos en cuanto divisasen una tabla en el maletero? Es más, ¿estipularían una hora ‘Exclusive Local’ sobornando al currela encargado de darle al botón?

Y dado que la serie poco importa en este caso dada la perfección artificial de la ola, ¿cuál sería la buena? ¿Cuál podría meter en problemas a un foráneo despistado que haya sellado su ticket sin la aprobación local?

Y eso de ‘tú al brazo’, ¿tendría sentido? Si es que tú también has pagado y el acceso a la ola viene determinado por el dinero… ¿Quién puede resolver el entuerto? ¿Un socorrista? ¿Un encargado de seguridad? ¿Aquaman?

 

En fin… ¡Son demasiados cabos sueltos los que hay que atar antes de estipular el código del buen surfista piscinero! En todo caso, si hoy vas al cine de otra ciudad o a un supermercado poco frecuentado, ten cuidado y estudia previamente el comportamiento social de los habituales, no vaya a ser que te vendan manzanas pochas o te desvelen el final de la película al pasar por taquilla.

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