Y vas tras ella como un perro babeante pero ella es esquiva y parece reírse de ti en tu puta cara.
El caso es que logras arañar un hueco y decides ir a la playa a toda hostia. Te cambias y, casi sin mirar, te metes al agua. No contabas con poder entrar pero al final te lo has hecho, así que te tomas este bañito improvisado como un regalo caído del cielo.
Precisamente, como tus espectativas eran tan bajas y no contabas con pillar gran cosa, te lo estás pasando guay. Estás arañando alguna un poco más al brazo y… Bueno, sin ser la hostia te lo estás haciendo.
Y ahí sigues, a lo tuyo, a tu bola. Contento de haber entrado hasta que la ves… Otro olón cayendo en el mismo sitio que antes, un poco más allá de donde estás. Al principio pasaste de ella pues hoy no tenías ganas de pelear pero ya van cayendo unas cuantas seguidas.
¡Joder, otra más! Pues nada, abandonas tu pico improvisado y partes en busca de esa olaza fantasma. Tu mentalidad cambia: ya no te conformas con esas chustillas divertidas, ahora quieres la bomba. Entonces te centras en ella y te olvidas del resto, el egoísmo te puede y la ansiedad comienza a aumentar cuando te das cuenta que llevas unos veinte minutos flotando y esa serie sigue sin llegar.
Míralas, allí abajo siguen rompiendo esas chustillas que te habían alegrado el día. Pero tú ahora ya estás a otra cosa; juegas en otra liga y, llegados a este punto de no retorno, quieres una bomba a toda costa. Quieres la buena.
Zassss otra vez que cae más allá. ¡’Me cago en la puta’! Y vas tras ella como un perro babeante pero ella es esquiva y parece reírse de ti en tu puta cara.
¡¿Dónde se han quedado el buen humor y aquellas chustas amistosas?! Lejos de ti, eso fijo, porque ahora estás atrapado en una vorágine de remadas improductivas a ningún sitio.
Pronto te quedarás sin luz y sigues sin haberla catado. Además el baño se ha roto pues media hora sin pillar te deja destemplado, descolocado, descojonado…
Entonces se hace de noche y toca salir. A lo lejos divisas otra espuma, la señal de lo que pudo ser tu ola del día. Una ola que no es más que un fantasma, pero no uno de esos que salen de noche escondidos bajo una sábana, sino otro distinto que curiosamente cobra vida de día, aparece y se esfuma cuando le viene en gana y atormenta a todo aquel que invierte su escaso tiempo tras un rastro de espuma engañosa y efímera.