Hace apenas un par de días nos llegaba la noticia de una nueva tecnología que irrumpe en el mundo de las olas artificiales.
Nos referimos al sistema ‘Endless Surf’, que hará las delicias de los surifstas de Munich, ciudad en que se está desarrollando su primera piscina y cuya apertura se prevee para el verano de este mismo año.
La noticia de este nuevo ‘spot’ en Munich surgió apenas un par de semanas después de que en Bélgica se inaugurase un ‘parque temático de olas’ a cargo de Allwaves, un sistema que si bien no ofrece la perfección de ‘Endless Surf’, sí proporciona un mayor campo de juego ‘multipico’, con amplia variedad de izquierdas y derechas capaz de hacer las delicias de surfistas no tan experimentados.
Lo curioso de estos casos no es la instauración de olas artificiales en lugares que hace apenas una década eran prácticamente ajenos al mundo del surf. De hecho, sería ridículo pasar por alto el fuerte impacto socioeconómico que las culturas centroeuropeas están causando en el mundo del surf, con más y más adeptos a nuestro deporte cada año.
Basta viajar a lugares como Bali, Marruecos, Mexico o Maldivas para comprobar cómo surfistas de cuidades -y nacionalidades- antes impensables copan ahora ‘surfcamps’, ‘resorts’ y ‘warungs’ durante todo el año con el fin de tener acceso a ese ‘spot’ soñado del que carecen en casa.
Lo curioso de estos casos, como decíamos, no es la proliferación de piscinas de olas en sí, sino la vertiginosa proliferación de sistemas en la creación de olas artificiales.
Sobra decir que en la plantilla de Margruesa no hay ningún experto en hidrodinámica, pero imaginamos que un proyecto de estas características ha de entrañar un desarrollo titánico a nivel de recursos, infraestructuras, permisos, personal… Amen de no resultar nada barato. Si a eso se le suma una rentabilidad ciertamente dudosa, dado el creciente número de sistemas que comienzan a saturar el mercado, y que dicha rentabilidad es únicamente viable a largo plazo, la pregunta que nos hacemos es, ¿cómo es que siguen surgiendo cada vez más sistemas? ¿Realmente hay tal demanda de ‘wavepools’ para este ‘non-stop’ de nuevas inversones?
Y es que desarrollar una tecnología de ola artificial no es precisamente ese sueño adolescente de imprimir unas ‘camis’ con vinilos en la imprenta de la esquina y fingir que tienes una marca de ropa junto con tus colegas. A los elevadísimos costes que entraña el desarrollo de una piscina de olas hay que añadir hoy la extensa compecencia, que en muchos casos ha ido atesorando una experiencia y una imagen con las que resulta muy difícil competir. Hablamos de grandes dinosaurios del sector como Wavegarden, American Wave Machines (Waco), el Rancho de Kelly, por supuesto. O la excéntrica propuesta de Surf Lakes, al más puro estilo ‘Mad Max’, pero capaz de generar unos buenos tubazos absolutament eperfectos.
Tal vez se nos escape algo y toda esta vorágine de olas artificiales sea un plan encubierto para un inminente Tour paralelo al actual: la WWSL (World Wavepool Surf League). ¡¿Quién sabe?!
Quién sabe si el surfista del mañana, de forma natural y totalmente asumida, tendrá domiciliado por su cuenta bancaria la mensualidad de su piscina de olas local como un gasto estándar más, al igual que la luz, el agua o Netflix.
Quién sabe si esto implicará que el día de mañana a los surfistas se la triaga al pairo los platazos de una semana o que ponga ‘onshore’ a partir de las 11 a.m.
Tal vez el surf acabe siendo concebido bajo el mismo patrón científico que el medio en que se practique, de modo que martes y jueves tocarán aéreos en Waco. Y sábados y domingos mejora de ‘carving’ en el Rancho. ¡Y todo disponible en tu sucursal más cercana, ya estés Sídney o en Albacete!
Sea como sea, para los grandes negocios y la ideas anticipadoras capaces de cambiar el mundo y trazar un nuevo mañana, hay que tener una visión que logre ir ‘más allá’. Y, como os decíamos antes, en Margruesa no hay ningún ingeniero, físico, genio… Sólo somos un puñao de surfistas tercos como mulas, que siguen deseando pasar un ratito al día en el mar dándose de narices con una realidad marcada por ‘medio metro chopi’. Supeditados en todo momento, eso sí, al sueño de poder coger algún día olas perfectas, aunque en principio saladas.
Todo será cuestión de que no nos queden más narices que domiciliar un nuevo recibo mensual (¿será Wavegarden? ¿Será Allwaves? Redoble de tambor…) con el fin de encontrar ese mini tubito que nuestra playa local nos lleva negando durante años. 😉