No obstante, a la hora de estipular si realmente nuestra sesión ha merecido la pena, entran en juego una amplia gama de factores que no dependen de nosotros y que, a su vez, acaban determinando la calidad del baño.
Antes de seguir, cabe destacar que no es fácil ser objetivos y, a menudo, cuando informamos sobre el estado del mar a algún amigo, distorsionamos la realidad para bien o para mal.
Para que nos entendamos, ¿acaso no es cierto que si las olas son malas, pero nosotros pillamos muchas y logramos sacar algún girito decente, acabamos diciendo que ‘hay un baño’?
Del mismo modo, ¿no sucede que, pese a que las olas estén mejor, si nosotros no tenemos el día, no nos cuadra ninguna o simplemente son demasiado rápidas para nuestro nivel, acabamos diciendo que ‘las condiciones estaban difíciles o ‘ni fu ni fa’?
Y es que, ¿de qué nos sirve que haya unos tubos de ensueño si lo único a lo que aspiramos es a verlos desde el canal?
OK, está claro que da gusto y es un puntazo ver ese tipo de condiciones. En eso todos estamos de acuerdo. Sin embargo, como surfistas, ¿no nos convienen más otro tipo de condiciones en las que podamos coger olas, disfrutar y seguir evolucionando? Por tanto, incluso el hecho de que haya ‘barrels’, no implica que para nosotros haya un buen baño. A veces resulta más productivo ir en busca de peores olas o spots menos masificados con el fin de poder coger más cantidad.
Lo mismo sucede con el enfoque personal de cada surfista.
Pongamos el ejemplo de un surfista de altísimo nivel y otro de un nivel inferior. Si el primero pifia 3 o 4 olas en su sesión, pese a enlazar alguna buena maniobra o planchar algún aéreo, es posible que salga algo frustrado y cabreado mientras que el segundo ejemplo, en su caso, saldría dando palmas de alegría ante las mismas condiciones de ola surfeada y giros realizados.
En definitiva: mismo baño, diferentes sensaciones.
¿Quién tiene razón? Complicado…
Así, como vemos, lo que nos exigimos nosotros mismos también es otro parámetro determinante a la hora de evaluar un baño, de forma que un mal día en buenas condiciones puede desmotivarnos más que un día de gracia, de esos en los que parece salirnos todo, en unas olas mediocres.
Y como no, el conocimiento del spot, el bagaje y la jerarquía local que uno desempeña en el pico.
Por este motivo, probablemente un local de Mundaka no disfrutará de un baño con barrels si a él no le cuadra ninguna bomba, mientras que un surfista muy esporádico de la barra, se contentará con hacer una tapadita y correr un par de olas hasta la sección final.
Ese mismo hipotético local de Mundaka, gozará en cambio de un baño en El Quemao, la Graviere o Supertubos (spots que no frecuente e incluso visite por primera vez) cuyos tubos, sin destacar especialmente le generen el doble de satisfacción en base a su desconocimiento de dicho spot.
Es decir, lo que para unos es algo obvio y que se da por hecho en determinados lugares, pasa a ser una especie de dulce recompensa fortuita en otros.
Por ello, la próxima vez que te pregunten ‘¿cómo está el mar’? Deberías limitarte a decir ‘¿A mí que me preguntas, colega? ¡Tú mismo! Eso sí, si entras vas a coger más olas que quedándote en casa. Eso seguro.
De esta forma evitarás represalias ante amigos frustrados y quizás te acabes ganando una caña de otro que se ha puesto morao en un baño tonto con el que no contaba 😉