Un ejemplo más cercano a todos en nuestra rutina surfera podría ser la típica situación de volver seco a casa tras haber dicho ‘yo ahí no entro’.
Los motivos por los que alguien decide no entrar al agua son infinitos. Desde el dolor o la resaca hasta el cansancio, la falta de ganas, el número de gente o, frecuentemente, la mala calidad de las olas.
No obstante, ¿qué ocurriría si pusieses en otro contexto aquello que en ese momento concreto fue un ‘no’ rotundo e implicó que volvieras a casa sin surfear?
Imagina que llevas un mes confinado en casa o que las olas son igual de malas, pero estrenas tabla, o que está igual de malo y petado de gente pero el agua está a 25º o que te has pasado las últimas 3 semanas estudiando. En ese caso, ¿no verías ese aparente ‘no’ como un sí? ¿Automáticamente un baño que despreciar no pasaría a ser un baño más que bien recibido?
¿Cuántas veces has acabado disfrutando de un baño por el que, al principio, no dabas nada? Es más, a menudo los baños con grandes pretensiones acaban decepcionando mientras que aquellos, a priori malos, terminan sorprendiéndote con un par de olitas con las que no contabas. Precisamente por eso, porque no contabas con ellas.
Una vez más, todo es cuestión de perspectiva y enfoque.
Con esto no buscamos condicionar tus decisiones ni tus baños. Tampoco pretendemos convertirte en un autómata obsesivo del surf, ¡obvio! Simplemente, la próxima vez que decidas no surfear -aún pudiendo-, plantéate que es el mar quien dicta tu deporte y no tú. ¿Qué pasaría si se tirase 3 meses plato, os lo imagináis?
Por eso, vale más pensar bien, abrir tus miras, imaginar diferentes situaciones, no dramatizar ni negar una situación que podría acabar siendo un ‘sí’ bajo determinadas circunstancias y, sobre todo, hacer lo que te de la real gana, que de eso va el surf.
Ahora bien, para hacer surf, hay que entrar al agua 😉