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American dream.

Si miro hacia atrás y pienso donde me encuentro no dudaría ni un segundo de que estoy cumpliendo mi sueño. Ese sueño que había tenido hacía años está ocurriendo en este mismo instante.
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En cambio, no estoy feliz. Diría que he sido más feliz imaginándome esta realidad que disfrutando de la misma. Y es que la mayoría de nosotros, cuando soñamos; no soñamos con un bienestar interior, soñamos con un bienestar externo a nuestro cuerpo la mayoría de las veces. Un lugar paradisiaco, el trabajo ideal, una ola perfecta… metas en definitiva bastante materiales.

Cuán importante es el bienestar interior. Recuerdo a un amigo decirme que para ser feliz has de ser capaz de ser feliz cualquiera sea el lugar en el que te encuentres. La felicidad es un estado de ánimo, no un espacio – tiempo.

Desde bastante niño siempre he soñado con venir a los Estados Unidos. Hace un poco más de un año vine por primera vez y cumplí ese sueño. Este año he vuelto. Aquí estoy de nuevo, poco más de un año después y en una situación que cualquiera diría soñada.

Escribo desde la mejor habitación en la que me he alojado jamás; la cual comparto con una mujer como pocas he conocido. Uno de mis mejores amigos se ha casado la semana pasada aquí y he pasado una semana rodeado de gente de mi ciudad natal a casi 10000 kilómetros de distancia de la misma.

Tenemos un balcón precioso en la habitación con vistas al Océano Pacífico, una preciosa butaca con reposa pies, un banco y de las camas más increíbles que he probado en mi vida. Pues no es suficiente. Siento que cuanto más tengo, más me cuesta disfrutar de ello.

Estoy sentado en el suelo. Eso si, forrado en moqueta. Me siento vacío por dentro. Ni siquiera se lo que siento.

Muchas veces me paro a pensar la suerte que tengo y me pregunto ¿por qué no soy más feliz?

Creo que estoy tan rodeado de tantas cosas y tanta gente que no se ni quien soy. Creo que he dado tantas cosas por hecho que he perdido la capacidad de apreciarlas.

Me apetece estar solo y poseer nada.

Una tabla si puede ser y una vieja furgoneta con un colchón. Se que ya es bastante pero comparado con lo que tengo a mi alrededor es una auténtica miseria.

Esas cosas tan simples las tengo en casa. Tengo la suerte de poder volver y encontrar mi humilde Fiat y mis tablas destrozadas. Tengo la suerte de tener un trabajo que me permitirá disfrutar del sol y la playa este verano que se viene ya pronto.

Qué bonito es no tener absolutamente nada en lo que pensar y solo tener noción de lo que esta pasando en ese preciso instante. Olvidarse de todo y centrarse en en ese momento, en ese segundo.

Cuanto menos tienes, menos necesitas. Eso es así. Por eso los perros son tan felices.

Paz.

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Antón Varela

Antón Varela

Una imagen vale más que mil palabras. Es por eso que acompaña sus vacíos relatos actuales con fotografías de su cámara analógica de los 90.

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