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J-Bay es el lugar donde todo el mundo quiere brillar

Pocos días antes de que la red explote a base de fotones y clips con los 'warms up' y el 'contest' , nos molaría hacer un pequeño homenaje a la que es una de las olas más icónicas del planeta.
J-Bay surf
J-Bay surf

Jeffrey’s no es sólo un caramelito apetecible (pese a quienes la han surfeado afirman que no es nada fácil debido a sus tempos y sus caprichosos cambios de ritmo) o, más bien, esa ola ‘world class’ con la que todo el mundo sueña. Por encima de eso, Jeffrey’s trasciende cualquier etiqueta y se convierte en un lienzo en blanco sobre el que plasmar arte, de ahí que sea el escenario perfecto para la reintrepretación personal de cada uno.

De esta forma hemos visto cómo Derek Hynd la ha sabido domar sin quillas, comprimido y basando sus movimientos en unos brazos exquisitamente colocados. O que nos decís de ese backside atemporal a base de bottoms abiertísimos con el que Occy selló los mejores performances de su vida. O la plasticidad con la que Tom Curren plasmó algunas de las líneas más estéticas en toda la historia de la bahía (recordad el homenaje de Conner Coffin a Curren, en cuanto a pintada de tabla y trazada de carving en su vídeo ‘Highline’) antes de que Kelly Slater y Andy Irons implementasen una mayor agresividad con sus snaps cruzados y sus pertinentes estelones, así como el apretón de manos más famoso de nuestra historia surfera (pues J-Bay no sólo regala momentos en el agua).

Heath Joske y Nathan Hedge también saben de qué hablamos al obtener sendos dieces con unas surfeadas originales y dignas de los más grandes durante los años en los que Jeffrey’s se calló del CT y quedó relegada al QS. Y, como no, la última gran aportación de Filipe Toledo que, le pese a quien le pese, ya ha dejado escrito su nombre en la historia de la bahía con otro diez impensable obtenido a base de alley-oops y carvings.

Y es que los tiempos cambian y la ola, lejos de quedarse obsoleta como escenario ‘high performance’, deja claro que es (y será) el mejor campo de pruebas al servicio del talento y del show.

J-Bay ya nació con una esencia misteriosa y mítica a raíz de que Bruce Brown mostrase unas líneas eternas y nunca vistas al final de una duna. Cuando dijo que se trataba de el Cabo St. Francis, en Sudáfrica, todo los surfers que vieron la peli (Endless Summer, 1966) comenzaron a soñar con poder ir allí algún día. De esta forma, ese lugar se coló místicamente en las elucubraciones de toda una generación que situó en el mapa su primera Meca. El primer gran santuario del surf (pese a que Jeffrey’s está un pelín al oeste del cabo y ya había sido surfeada dos años antes por varios locales) que dejó tal huella en quienes lo visitaron que muchos decidieron dejarlo todo para quedarse a vivir allí, sentando así las bases de una de las comunidades surferas con más historia y tradicón de todo el planeta.

Ya ves, desde sus inicios J-Bay estaba destinada a convertirse en el enclave favorito de todo surfer. Tiene la longitud, la pared, los colores, los aloes para hacer cremita o un buen line up… La energía de un lugar que supura vida y, pasando por alto ciertos peces grandes que merodean bajo su superficie, el caldo de cultivo perfecto para situarse como el mejor número de nuestro gran circo: el CT. Así que, damas y caballeros, ¡dejaros de tanta Rusia! Nos vemos todos en Jeffrey’s la semana que viene.

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