Si lo analizamos con frialdad y sentido común, es de idiotas pensar que una masa de agua masiva y ancestral, sujeta a continuos cambios, fenómenos y movimientos, esté pendiente de tu agenda para putearte cuando entras al agua, en ese preciso momento y en esa playa concreta, a ti, ese centro del universo en torno al cual giran todas las desdichas inimaginables.
Como decimos, esta es la versión cabal de una situación totalmente inviable: el mar no puede estar en tu contra porque carece de conciencia y, en caso de que la tuviera, dudamos que seas tan importante como para que te ‘hatee’ precisamente a ti.
Bien, la otra postura es la del disparate y el encabezonamiento más absurdo. No obstante, efectivamente hay días en los que el cabrón del mar le da a uno que pensar.
Hablamos de esos días en los que sólo bombean series grandes cada vez que remontas, en los que sale el viento justo cuando entras o deja de soplar al poco de haber salido. Días en los que esa derechita desaparece como por arte de magia en cuanto llegas al pico o ves cómo todo Dios se pone morado menos tú. ¡¿Cuántas veces nos ha pasado eso de cambiar de pico, tras llevar veinte minutos flotando, y justo bombea en el sitio donde estabas?! Entonces vuelves al pico en cuestión y… Zassss, en toda la cara. Otros veinte minutos a la deriva como una boya.
En días así, a uno se le borra cualquier vestigio de sensatez en favor de ese odio visceral hacia un ente sobrenatural y misterioso especialmente concebido para putear.
Y lo más gracioso es que esto no es cuestión de supersticiosos, malhumorados o rallados de la cabeza. ¡Esto nos ha pasado a todos! Independientemente del nivel o la calidad de las olas. Incluso hemos visto cómo pros no consiguen coger una ola decente en toda una manga mientras su oponente se ponía morao en el mismo pico, a apenas unos metros.
En fin, aunque a priori es una idiotez afirmar que el mar está en tu contra, está científicamente comprobado que, debido a una cuestión alienígena, divina (o demoníaca), relativa a la física cuántica o a un universo paralelo, efectivamente, el mar es un cabrón al que le gusta putearnos.
…Pese a todo, se hace querer.
Un comentario
Jodeeeeerrr, muchísimas gracias porque pensé que era yo el único que estaba convencido de que el mar me puteaba sobremanera,jajajajaja.
Gran artículo que me hizo sonreir pero bien, menos mal que arrojasteis algo de luz sobre este tema tan de…como diría…cousa de bruxas !!!
jajajajaja NORABOA