El año dará comienzo en Pipe, con el Billabong Pro (29 enero – 10 febrero).
Bueeeeeeno. Ya que el año no se cerrará con los tubazos de la icónica ola, al menos ésta servirá -por segunda vez- para abrir boca con un buen trompetazo de salida.
En fin, no seamos cenizos: ¡buena noticia!
A Pipe le seguirán, en esencia, las mismas pruebas que el año pasado: Sunset (febrero), Supertubos (marzo), Bells (principios de abril) y Margaret River (finales de abril).
Todas ellas pruebas que nos resultan familiares y que, por ello, pasan desapercibidas en comparación con el hecho de que suponen, en conjunto, el bloque previo al controvertido corte de mitad de temporada. Una novedad incluida en 022 y que será mantenida en 023 pese a ser tan odiada como amada.
Odiada por los propios surfistas, que ven cómo ni siquiera se les otorga un año completo para la adaptación al Tour tras una clasificación tan complicada y exigente.
Y amada por muchos fans, que ven cómo gran parte de estos surfistas se las tienen que ver en los Challenger Series (antiguos QS 10.000), por lo que la oportunidad de ver a sus ídolos se multiplica.
La gran MALA noticia es que, tras el corte, G-LAND es sustituida por el ‘Surf Ranch Pro’, que tendrá lugar en la famosa piscina de Kelly.
Bien, si en su día la WSL justificó ‘el corte’ como una medida que favorecía poder desarrollar las competiciones en las mejores condiciones posibles de los mejores spots (dado que el número de surfistas se reducía y, por tanto, el número de mangas a disputar y de jornadas a completar), ¿cómo hace frente ahora al hecho de excluir G-Land, un icono casi sagrado para todo surfista, cuya inclusión en el ‘Tour’ había sido acogida con entusiasmo, por ‘el Rancho’, una prueba mecánica, repetitiva, soporífera… Pese a su perfección?
Lo cierto es que nos resulta contradictorio ese discurso de la WSL en favor de la aventura, del planeta y la salvaguarda de su entorno natural, de las raíces puras del surf, de la conexión con los océanos… Y que luego se le dé la espalda a G-Land, uno de esos templos que es considerado un santuario de olas místico por todo lo que el spot entraña, para volver a apostar por una ola robótica que desprende olor a diésel. Eso sí, con una mayor capacidad de convocatoria en sus gradas y sus tiendas de lycras personalizadas que la jungla indonesia.
Y todo esto por no mencionar el hecho de que las finales se desarrollarán una vez más en Trestles (¿buena o mala noticia?), otro factor crucial que probablemente haga una criba final entre ‘power surfers’ y ‘tube riders’.
Efectivamente, habéis leído bien. Una vez más, las finales (que comenzaron siendo anunciadas como una prueba itinerante en una localización sorpresa cada año) volverán a tener lugar en Trestles, un spot que nos encanta como surfistas pero que, visto lo visto, quizás nos sepa a poco como escenario para la coronación de un título mundial.
Habiendo incluido la piscina de Kelly, ¿por qué no apostar por una final con tubazos? Es más, ¿por qué no estipular tres spots que se alternen cada año: uno de aéreos, otro de tubos heavys y otro como J-Bay, que sea pura línea? ¿Acaso priman otro tipo de intereses por encima de ‘los mejores surfistas en las mejores olas’? En fin… No queremos ser duros con la WSL, pero muchas de las cosas que nos venden suenan a cuento chino.
Ah, que se nos olvidaba. Entre el Rancho de Kelly y las finales de Trestles, la cosa sigue como estaba: El Salvador y Rio (junio): noticia ni fu ni fa. J-Bay (julio): ¡notición! Teahupoo (agosto): ¡Notición vol.2!
Ahora queda esperar y rezar porque las olas sean mejores que las de este año, porque Medina y JJF se unan a la fiesta y, sobre todo, que la WSL cuide un poquito más a su audiencia y ponga puestos de perritos calientes y manos de gomaespuma a precio comedido en cada spot CT.
