Hace unos días, el mundo del surf se quedó en ‘shock’ tras el anuncio que hizo Felipe Toledo de abandonar el Tour durante el resto de la temporada (¡tranquilo todo el mundo, tiene un ‘wildcard’ para 025!).
Este hecho ocurría unos días después del aluvión de críticas sufridas por parte del brasileño debidas a su ‘cuestionable’ actuación en Pipe, primer evento de la temporada.
¡Lee la noticia del abandono de Toledo en Pipe!
Algo que dio lugar a una situación especialmente polémica, que sobrecargó con una presión extra al actual campeón mundial, quien declaró no estar en las condiciones mentales apropiadas para afrontar el resto del año al máximo nivel de rendimiento.
Efectivamente, el análisis del ‘performance’ en el surf resulta mucho más ‘despiadado’ que en otros deportes ya que una mala actuación por parte de cualquier surfista no puede ser achacada al mal rendimiento de todo un equipo o que el coche o la moto sean más lentos que los del rival. En ese sentido, el surf es una actividad puramente indivual y, por tanto, la actuación de un ‘pro’ , como si señalase con el dedo a dicho individio, delata de manera explícita su estado de forma.
Este hecho viene adquieriendo una mayor dimensión desde que los derroteros del surf actual pugnan por hacer de los surfistas verdaderos atletas. ¡Atrás quedaron las farras hasta las tantas en el Rock Food, protagonizadas por los mismos que horas antes lucían lycras!
Hoy, la mayoría de competidores asiste a los eventos acpmpañados de entrenador, dietista, psicólogo deportivo e incluso padres o familia. Algo que convierte la propia disciplina, incluso fuera del agua, en una actividad más disciplinada.
Por otra parte, cuando un surfista acepta formar parte de una partida cada vez más sometida a los rigores de la profesionalidad, ha de asimilar que existen determinadas reglas inherentes a ese juego. Reglas que se van acentuando según avanzamos en la magnitud de la partida o ascendemos en su ‘escala social’. Y en el caso de Toledo, que es de esos escasos (escasísimos) nombres que copa la cúspide del gran tablero (WSL), es natural que todo cobre un matiz más público y, en consecuencia, polémico.
Dicho de otro modo, un surfista que no sale de su playa y únicamente quiere surfear tranquilo, tal y como está planteado ‘el juego’ del surf profesional lo tiene complicado para ser campeón mundial o tener un esponsor millonario. De tal forma, no es lícitio quedarte en tu playa y luego protestar porque no has llegado a lo más alto (teniendo por ‘lo más alto’ ser coronado campeón mundial). Desgraciada o afortunadamente, el juego no es así.
En el caso de Toledo, hasta hace unas semanas el número 1 del mundo, su privilegiada posición (ganada a pulso a base de esfuerzo, obvio) trae consigo alzarse en lo alto de la pirámide y, con ello, atraer todas las miradas (y las bocas) de fans, medios y patrocinadores. De ahí que Toledo tenga trofeos, títulos y esponsors millonarios, pero carezca del plácido anonimato que posee aquel otro surfista desapercibido que no ha salido de su playa.
Todos, Toledo incluido, saben de esta premisa que ubica a cada atleta en el punto de mira antes de aspirar a su ‘cargo’ de campeón.
