Todas las capitales europeas, y más las nuestras, están teniendo un grave problema con la vivienda y el turismo.

Fuera de las capitales, en la costa ocurre lo mismo y uno de esos factores catalizadores del turismo es el surf. De sobra es conocida la imagen que se vende actualmente del surf, es un producto marketiniano, completamente aborrecible que, como todo, pasó de ser algo casi antisistema a convertirse en una herramienta más de venta. 

En este nuevo surf, Bali pasó de ser el Edén al Benidorm del surf (Álvarez dixit), irse a Mentawais pasó de ser una auténtica aventura a ser un parque de atracciones para personas con complejo de influencer. 

Tampoco hace falta irse a Bali, ya en Hossegor o en Gros, están notando las secuelas de la codicia y el mercado. 

En el mundo actual, y más en el surf, en el que se oyen cosas como “las olas son de todos” hay gente que pretende vivir barato en su ciudad, que no haya nadie en sus olas, seguir viajando a Bali y que mantenga todo la misma esencia. En definitiva, ser turista y local cuando nos venga en gana.

En una sociedad donde la moralidad de los actos reside siempre en un tercero que parece tomar las decisiones por nosotros (el estado, los políticos, el mercado…), puede que lo reaccionario sea comprender que nuestros actos tienen consecuencias. Quizás la mejor decisión sea no viajar.