ESCAPADA IRLANDESA CON LEGI ALONSO
Fotografias de Sergio Riaño / Adri Menéndez / Legi
Nuestro amigo Legi Alonso se ha aventurao una vez más a un destino frío del que ha vuelto con un buen puñado de historias y fotones. Por eso, queremos aprovechar para hacer un doble reportaje que, además del texto y la galería final, incluya una primera parte más ‘raw’ en la que él mismo y sus amigos sean quienes nos cuenten de primera mano todo lo que ha englobado su experiencia.
¡Buenas Legi! De nuevo, un surftrip a costas gélidas. ¿Qué pasa, te has empeñao en coger la gripe A o qué?
Jajajaja. ¡Mala hierba…!
Nah, ya sabéis que nos molan los sitios tranquilos, así que nada como el frío para purificar pulmones y vaciar picos.
Está claro que tanta lluvia y tanto frío han de tener su parte positiva. ¿Qué es lo que ha motivado tu viaje? Ya habías estado en Irlanda anteriormente, ¿no?
¡Sí, había estado hace años! Y lo cierto es que conservaba un recuerdo tan bueno del lugar y de sus gentes que me apetecía volver para comprobar hasta qué punto lo tenía idealizado o no.
Afortunadamente, he vuelto corroborando ese pensamiento.
Me encanta la isla, sus paisajes, sus olas y, en definitiva, el pueblo irlandés. Creo que es peña acostumbrada a luchar dignamente por lo suyo y muy orgullosa de sus raíces.
Luego, en el agua, surfistas de corazón, respetuosos y auténticos, que entran porque realmente aman coger olas y estar en el océano, sin más. Después de todo, cuando alguien ha de soportar tantas inclemencias, es obvio que le mueve la verdadera pasión.
Por eso me molan los sitios fríos: caen en picado grados y posturitas.
¿Y qué tal la experiencia? ¡Háblanos del surftrip!
En verdad ha sido un viaje bastante duro ya que el primer día tuvimos un percance bastante heavy. Por fortuna, pudimos salir del paso y aprovechar un poco los últimos días.
Debido al incidente, perdimos los mejores días de olas y luego, cada vez que entrábamos, teníamos que hacerlo dopados hasta la médula a causa de los dolores musculares.
A ese contratiempo, súmale la magnitud de las mareas, que limitan el baño a apenas 30 min., la escasez de luz o vientos que surgen de la nada y te arruinan la sesión en un ‘tris’. Así que, no fue el ‘trip’ con el que uno sueña cuando programa las cosas desde casa.
Pese a todo, creo que la isla nos trató bien y sus gentes aún mejor. ¡Ojalá podamos volver pronto!
¡Guau, qué putada eso que nos cuentas! A veces, preparas un viaje con toda la ilusión y justo… Zasss ocurre un imprevisto y se va todo al garete. ¡Qué p*** es la vida, eh! Jajaja.
Jajajaja. ¡Ya te digo! …Aunque, bueno, la vida no es ni puta ni maravillosa, ni larga ni corta. Es todo aquello que nos sucede del modo exacto en el que lo hace. Ni más ni menos.
Ve quejándote de que tu vida es corta a una mariposa, que apenas está viva unos pocos días. O presume de vida larga ante una secoya milenaria. La vida no entiende de tiempo ni de suerte. Es el conjunto de cosas que existen mientras uno está vivo y punto.
En cuanto al viaje… Pues sí, es una putada. Pero al fin y al cabo aquí estamos y eso hace que se mantenga viva la posibilidad de regresar a un sitio con otra perspectiva o, al menos, con una mayor experiencia.
Está claro. Lo que sucede es que muchas veces viajamos esperando coger las olas que no tenemos en casa y eso, como sufistas, nos nubla la visión y nos chafa la experiencia, ¿no crees?
¡Exacto! No obstante el problema es nuestro, que pensamos que un viaje es un paréntesis en nuestra vida en el que todo ha de ir según lo previsto y olvidamos que eso sigue siendo la propia vida, es decir, la posibilidad de sufrir un accidente, una indigestión o un infarto.
Hoy en día las RRSS nos inculcan tanta aventura triunfal que damos por hecho que un spot nos debe tubos por el mero hecho de ir a visitar sus costas. Luego uno piensa, ¿pero qué cojones he hecho yo por esta tierra para considerarme deudor de ese premio?
A veces el premio no son las olas sino los compañeros de viaje, el aprender a ser paciente o la sensación de volver a tu cama y dormir como un tronco y sin dolor.
Adri Menéndez es amigo íntimo de Legi y además ha publicado con él algún ‘report’ en el que ha participado fotógrafo. También ha estado en este viaje, así que… Adri, dado que tu perspectiva es muy amplia, ¿hasta qué punto crees que reportajes como este logran comunicar la esencia de lo vivido? Como audiencia, estamos acostumbrados a olones, maniobrones y postales de ensueño, aunque no es oro todo lo que reluce, ¿verdad?
A. Menéndez: creo que estamos tan acostumbrados a esos olones, a unos paisajes de la hostia y maniobras de CT que parece que si no es así un reportaje ya no merece la pena. Como bien dices, no es oro todo lo que reluce y detrás de una foto de un tubazo puede haber un cerrón, tras un aéreo un tortazo monumental o al otro lado de un paisaje de ensueño una química vertiendo a la mar.
Lo que me parece duro no es sacar un ‘report’ en el que te cuadren malas condiciones o tengas algo vendible en 2 baños, lo que me parece realmente duro es pasar mil experiencias, mil putadas y que todo se reduzca a 4 postales o a 2 anuncios de marca ‘surfera’ para que las abuelas compren camisetas a los nietos. Por suerte, aún nos quedan sitios como este, donde creo que podemos intentar transmitir todo lo que se vive cuando estás pasándola putas, lejos de casa.
El tercer miembro del grupo es Sergio Riaño, un fotógrafo (y amigo) con el que Legi lleva generando contenido durante años.
Sergio, acostumbramos a ver a los surfistas embutidos en neopreno para soportar la rudeza de destinos como Irlanda. No obstante, ¿cómo se viven todas esas sesiones al otro lado de la cámara? ¿Compensa pasarlas tan canutas después de todo?
Sergio Riaño (@northmorla): Lo entiendo como un conjunto de sensaciones.
En un primer momento te invade cierto nerviosismo mezclado con adrenalina. Es curioso porque siempre vamos bromeando, escuchando música o, simplemente, callados con nuestros pensamientos en el coche. Luego llegas allí, sacas el equipo, montas todo y chocas el puño a modo de ritual, como deseando que la sesión vaya bien para ambos, fotógrafo y surfista. Después de eso te invade la calma, admiras el sitio donde estás mientras esperas a la primera ola y… click, click, click.
Lo cierto es que disfruto viendo a mi amigo sobre la tabla, intentando captar la mejor foto que puedo. Luego, cuando la sesión termina pienso: ‘hostia que frío’ o ‘mierda, estoy calado’. Y, sinceramente, eso me da igual porque en ese momento mi pensamiento ya está en el café y comentar que tal fue todo.
¡Claro que compensa!
Legi, a estas alturas hemos visto que viajar a ciertos destinos, bajo una perspectiva tan concreta, puede acarrear complicaciones cuando lo que la mayoría buscamos al viajar es relajarnos y disfrutar de sesiones más o menos sencillas y aseguradas. ¿Qué te incita a seguir haciéndolo de este modo?
Es que es precisamente lo fácil lo que no me interesa un carajo.
Dame cosas complejas, de maduración lenta, que inviten a la improvisación y hagan reflexionar ¡Creo que eso es lo que realmente conforma un carácter!
Por ejemplo, si tú vuelves de un viaje atípico, tras haber vivido una experiencia difícil que te ha cambiado en cierto modo, a nivel espiritual o personal, dicho viaje habrá contribuido a dar forma a esa nueva persona en la que te estás convirtiendo como fruto de una vida no ceñida a tu antiguo confort, es decir, lo previsible o lo obvio.
Por eso también trato de huir de cualquier enfoque ‘autómata’ del surf: entrenos, sesiones programadas o cronometradas, ir con un pack vacacional al destino de postal de turno… Me da por culo orientar el surf bajo un prisma robótico porque, tal y como yo lo concibo, aniquila su esencia, así como la de la vida en general.
Es como meter el mar en una pecera, por muy grande que ésta sea. Dejaría entonces de ser mar.
Amén. ¿Algo más que añadir?
¡Claro!
Gracias, Sergio y Adri, por contribuir a que esto saliera adelante y, sobre todo, por lograr hacer algo bueno de algo –a priori- malo.
Gracias a Josh Barrow (GLOBE) y a Joseba y Amaia (Deflow) por apoyar una visión personal del surf sin tener en cuenta repercusión, rentabilidad ni likes.
Gracias a Inez, Michael y Paul por hacernos sentir tan bien cuando todo iba tan mal.
Gracias Cristo y Oscar por las cervezas y los buenos consejos.
Y, finalmente, gracias a quien haya continuao leyendo hasta aquí.