Lee el último articulo de Surfista Madriles
Hace tiempo que vimos como Imsouane caía en manos de la pseudo democracia marroquí con el objetivo de convertirlo en un parque de atracciones para influencers y demás crápulas que se aprovechan de una moda más con tal de rascarse unos euros o creerse famosos porque cuatro zombis ven sus vídeos.
Da igual que sea a base de fuerza directa como en Marruecos o a base de talonario como en España, los pueblos de moda en el surf acaban sucumbiendo a la desaparición con tal de que la industria de las redes sociales siga engrasada. Es todo tan patético que uno busca en youtube acerca de esto y solo encuentra vídeos de blogueros yendo a Imsouane con su tabla perfectamente brillante a surfear. En vez de hablar con la gente local, preguntar acerca de su opinión o incluso por qué no, tirar unas piedras a las grúas, su manera de protestar no solo es grabar vídeos inanes, es ponerse a coger olas. Y encima su gran lema para que veas el vídeo es ¿Será lo mismo que antes?
¡Pero como va a ser lo mismo que antes, mentecato! Si haces un vídeo que pretendas que vean el mayor número de personas posibles, no puede volver a ser lo mismo de antes. Un pueblo de pescadores que no conocía más que los que habitaban allí. Cómo va a ser lo mismo de antes si pretendes que tu manada de followers vayan a la super casa que patrocinas, que te cobran por una noche 4 veces el salario medio de un pescador en Marruecos. ¿Cómo va a ser lo mismo? El mayor problema de que todo eso pase eres tú y tus posts infames. Como siempre el que menos va a perder en todo esto eres tú.
Todo roza el absurdo. Pero cómo no va a hervirte la sangre viendo el ridículo que hace esta gente, lo poco que aporta a cualquier fin más que al suyo propio. Los influencers de pacotilla no se conforman con reventar lo que encuentran a su paso, yonkis de los likes, las visualizaciones y demás conceptos etéreos. Blogueros de los que nadie se acordará en unos años, pero cuyos destrozos serán irreparables. Eso sí, sigue sonriendo y haciendo el shaka que nada podrá compensar el ridículo.
