Primer baño del viaje en Paunch, un pico de derecha e izquierda en el pequeño archipiélago caribeño de Bocas del Toro (Panamá). Conseguimos llegar aquí tras un viaje de locos atravesando el país en una especie de autobús con asientos desmontables y capacidad para unas quince personas, si bien nos subimos más de treinta. La gente iba amontonada en los asientos, sentada en sus maletas o de pie. Además, había muchas curvas y el conductor nunca frenaba. Varias personas vomitaron y a un tío le dio un ataque. Fue todo un milagro que llegásemos sanos y salvos al puerto donde estaba el ferry.
Centro financiero de Ciudad de Panamá visto desde el casco viejo, que está en plena transformación para hacerlo más lujoso, pues es la zona de moda y todo el mundo quiere ir a vivir ahí, aunque los precios de las casas vayan a estar al alcance de muy pocos. De momento, sigue ruinoso y sucio pero a la vez bonito y humilde, todo un clásico. El primer día fuimos a una fiesta reggae en una casa en obras. Había buen ambiente, música en directo, cervezas a un dollar y podíamos ver las estrellas porque aún no había techo. Eso sí era un verdadero lujo.
En Isla Carenero hay tres izquierdas. La primera que te encuentras cuando vas caminando es Black rock, luego está Old man y por último el Point. Yo solía surfear el Point que es la ola más larga. Me quedaba en la última sección y cogía bastantes olas. Alguna ahuecaba un poco pero también iba más rápida y seca. Un par de erizos en mis pies dan fe de la cercanía del coral.
Para moverse entre las islas basta con ponerse al borde del mar y levantar los brazos. Cualquier persona que se encuentre cerca en su lanchita pasará a buscarte y te acercará a donde quieras por 1-5 $ dependiendo de la distancia. Nosotros solíamos pagar un dolar para cruzar a la isla de al lado (Carenero) y luego caminábamos hasta las olas. Es una isla muy bonita pero también muy salvaje. A nuestro compañero del hostel le picó un insecto vector de la leishmaniasis y se llevo un par de «botones de oriente» de recuerdo.
A cinco minutos en bici de Paunch está la playa de Bluff, que funciona en todas las mareas y suelta unas buenas orilleras tuberas al más puro estilo europeo. A Cristobal Colón le debieron resultar familiares las olas cuando apareció aquí durante su cuarto y último viaje a América y decidió ponerle su nombre a la isla.
Personalmente me gusta mucho Santa Teresa. Es un sitio muy cómodo para vivir ya que tienes todo a mano y no hace falta coche. La vida es muy fácil allí. Puedes dormir por menos de diez dollares la noche y tomarte un coco en la playa viendo el mejor atardecer que hayas visto jamás. A parte hay mucho argentino en esa zona y ya sabemos como cocinan los argentinos…
Ya en la costa del Pacífico nuestra primera parada fue Santa Teresa, en la Península de Nicoya. Allí se puede surfear en todas las mareas y con todos los tamaños y vientos. Hay bastante gente en el agua pero la playa es larguísima y si caminas un poco puedes surfear prácticamente sólo. Además, al final de la playa hay un point bastante bueno para carvear.
Con el último gran swell caribeño del año en camino decidimos cruzar la frontera a Costa Rica para intentar surfear la que dicen que es la mejor ola de Centroamérica. Nuestra rutina allí era bien sencilla: surfeábamos varias horas por la mañana hasta que se metía el viento y luego nos pegábamos un buen homenaje en la panadería italiana mientras comentábamos la sesión.
No son tan divertidos los “monitos” cuando tienen hambre y tu tienes comida. Normalmente les daría lo que tengo pero a Roca Bruja me fui con lo justo porque allí no hay nada. Compramos una nevera con hielo pero poco duró. La comida que llevamos casi toda se estropeó menos los frijoles rojos y el atún en lata. El agua se calentó pero era lo que había si teníamos sed. La verdad es que perdí bastantes Kilos en los pocos días que estuve allí pero está claro que mereció la pena. Dormir cinco personas en una tienda de tres, sin esterillas, con los mapaches oliéndote toda la noche y las serpientes pasando por debajo de la tienda te hace valorar la tranquilidad y lo acogedor de tu hogar…ah y te enseña a vigilar tu comida!
Puerto Viejo es una mezcla de pueblos y culturas. La más destacable y numerosa es la rastafari-jamaicana. Esto se debe a la gran oleada migratoria que hubo hace más de cien años para trabajar en la construcción del ferrocarril que unió San José con la costa caribeña. Ahora el pueblo entero parece Jamaica, me despierta Bob Marley por las mañanas y los mejores tubos se los hacen los rastas, ¡para el año me hago unas!
Avenida 2, San José. Hay que tener mucho cuidado con los coches, es fácil ser atropellado, ¡vimos librarse a varias personas por los pelos! Estuvimos aquí sólo un fin de semana porque hay mucho ajetreo y ruido, como en cualquiera otra capital. Aprovechamos para hacer varias compras, ir al mercado, salir un poco de fiesta y visitar a Lope, que nos invitó a una barbacoa en su casa.
Un par de ríos más al norte y alejada de la civilización nos encontramos esta playa solitaria conocida como Roca Bruja por el sonido que hacen las olas al pasar por la roca. Puedes llegar a ella conduciendo durante tres horas por una carretera (si es que se le puede llamar así) en muy mal estado o en una hora y media en barco, ¿qué prefieres? los tubos están garantizados.
La mejor opción es Playa Grande porque es donde más mar entra y donde más olas puedes coger. Está separada de Tamarindo por un pequeño río con algún que otro cocodrilo. Puedes cruzarlo a nado y llegar andando a la playa o rodearlo en coche (tardas casi una hora), tu eliges…
El Parque Ncional Santa Rosa aparte de difícil acceso, tiene buenos tubos y monos; también jaguares, pumas, ciervos, urracas, tucanes, tortugas, serpientes, cocodrilos e iguanas. En definitiva, es un buen sitio para irte de camping. Toda una aventura. Ahora ya se por qué estábamos solos…