Hace poco más de un mes, me echaron de la fábrica. Paran las máquinas cada dos por tres porque no hay dinero para electricidad, pero los jefes no se bajan el sueldo ni aunque caigan bombas.
Por el título pensarán que voy a dejarme llevar por la corriente y apuntarme a ese beach break concurrido por cientos de articulistas llamado “coronavirus”. No van por ahí los tiros.